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zarraclaca On Tuesday, September 13, 2005

"Llegan los fenicios y descargan su mercancía: la extienden sobre la arena, encienden fuego y regresan a sus navíos. Cuando los nativos ven el humo acuden a la orilla del mar tomando lo que quieren, y dejando oro a cambio.(...). Si los fenicios están de acuerdo recogen y se van.(...) Todo hecho con la mayor honradez". Cuenta Herodoto. No es dificil imaginar esta escena en las riberas del lago Ligustino, cuando la costa estaba muy cerca del fértil cerro de Montemolín, parte de una Tartesos rica en oro y plata.
Desde este cerro, se observan inmensas extensiones de girasol, olivo y trigo, regada por el serpeante Corbones coronado por un cielo de plata. Montemolín es una metáfora de Marchena. Aparentemente se trata de una pequeña elevación en medio de un llano sin principio ni fin, sin más ni menos, leves senos de la madre tierra fecunda. -
Con un golpe de azadón se produjo el reencuentro entre el hombre moderno y los dioses antiguos. Aquel anónimo cerro de trigo, pasó a ser el cerro de los fenicios. Uno de los 209 enclaves arqueológicos del municipio, que siguen siendo destruidos lenta pero inexorablemente.
Montemolín y Vico, lugares clave para la historia y el mito, con hallazgos que confirman las influencias entre fenicios y tartesios. Todo ello a pesar de las trabas encontradas por el equipo científico de la Universidad de Sevilla, que continúa publicando y difundiendo los resultados en congresos y revistas especializadas. Este desconocido yacimiento contiene un complejo militar y funerario fenicio-cartaginés, estructuras hidráulicas, y urbanas, una zona sagrada, joyas de oro y plata, aras y sobre todo centenares de monedas, amuletos, anillos, broches de cinturón, arracadas o grandes pendientes femeninos.

Los restos hallados nos hablan de un gran complejo sacrificial y de abastecimiento de carne (se han encontrado 60 kilos de huesos) . Los animales eran criados en libertad y cada invierno, toros, caballos, cerdos, cabras y ovejas se sometían a la matanza ritual.
La carne sacrificada era guardada en salazón -muy importante la industria de la sal, gracias a zonas de agua muy salada existente en la zona- en recipientes cerámicos, algunos, como los "pithoi", usados en las grandes ceremonias, decorados con esfinges, grifos, toros y leones. Su decoración sigue tendencias de talleres de Chipre, que transmitieron el repertorio decorativo cerámico cananeo y fenicio a los centros coloniales de Occidente a partir del siglo VIII a.c.
No ha sido hallada aquí ninguna necrópolis ni resto de enterramiento, aunque sí en otros lugares del municipio, una tumba-hipogeo con pozo y posterior túnel, hallada por Coullaut Valera. A Montemolín, llegarían los hijos de Tanit, gracias a su proteción, en torno al siglo VII a.c., prodecentes de Siria, Chipre o Fenicia, pues el origen era muy variado.
Tanit-Astarté, diosa del rocío, la lluvia y el agua, madre de la fertilidad. Los fenicios gustaban de consagrar islas y promontorios a sus divinidades”. Rios, arroyos y manantiales estuvieron siempre asociados a sus santuarios.
En el siglo VI se despuebla el cerro de Montemolín, donde queda la acrópolis o zona simbólica, como vestigio de origen y pasado, mientras surge una nueva ciudad cartaginesa a sus pies, en el cerro de Vico, un punto y seguido en la historia púnica.
El siglo III Vico-Montemolín es escenario de la segunda guerra púnica, cuando se erigió un campamento cartaginés. “Este yacimiento es quiza el que concentra mayor número de piezas circulantes durante la estancia de los Barca en Iberia”, opinan investigadores de la Universidad de Sevilla, como Maria Luisa de La Bandera, que consideran “muy probable” que el yacimiento tuviese su propia ceca. Grandes cantidades de shekels prodecentes de Cartago, Cádiz, Roma o Ibiza han sido halladas en el yacimiento marchenero, lo que explica el papel decisivo que tuvo en el desarrollo de la guerra.
Shekels con representaciones de Melkart y Tanit, elefantes, caballos y palmeras inundan hoy museos y colecciones privadas de toda Europa, procedentes de Montemolín.
Además destacan otros yacimientos como El Lavadero, la mayor villa romana, Porcún o Vistalegre donde se han encontrado numerosos restos.